viernes, 19 de octubre de 2012

Con Wilco la vida puede ser maravillosa


Estamos a viernes en el momento en que me pongo a escribir estas líneas. Llevo tres días paladeando uno de los mejores conciertos a los que he ido nunca. Las cosas buenas hay que saborearlas, como el regusto que deja el primer gin tonic, que llena de felicidad los instantes previos a que te sirvan el segundo. Quizás no fuera un concierto sublime (como los promotores lo habían bautizado) desde el punto de vista técnico-logístico, para nada por el recinto, tampoco por la extensión, que fue normal sin más, y supongo que tampoco por el repertorio, al que mentes retorcidas como la mía pueden reprochar algunas ausencias. Me da igual. Yo juzgo por la energía, por la emoción que los músicos intentan transmitir con sus balas, las canciones, y en ese sentido fue un concierto brillante, impecable, de los que se recuerdan. Sí, estoy hablando de Wilco, probablemente la mejor banda de rock del mundo en estos momentos.

Los meses previos al concierto, el día en que pagas las entradas a tu hermano... Ese momento en que el concierto ya ha empezado en la cabeza de uno y se empieza a estudiar concienzudamente el posible repertorio. La anticipación alevosa de la felicidad es un rito, como la fábula del zorro de Saint Exupery, a la que ya me he referido alguna vez: "Si sé que vienes a las cuatro de la tarde, comenzaré a estar feliz desde las tres. A medida que se acerque la hora más feliz me sentiré. A las cuatro estaré agitado e inquieto; ¡comenzaré a descubrir el precio de la felicidad!". 
Nunca me había preparado tanto para un concierto, pues reconozco que antes de tener las entradas para Vistalegre solo conocía a la perfección el Being There y el Yankee Hotel Foxtrot, había prestado poca atención a Summerteeth y Sky Blue Sky, y apenas había oído nada más. Pobre infeliz. Descubrir el maravilloso mundo de canciones desconocidas como Passenger side, Hummingbird, Born Alone..., redescubrir Via Chicago, Can't Stand It, A Shot in the Arm o Impossible Germany  ha sido mi búsqueda del tiempo perdido, una experiencia emocional redentora. Qué gran verano escuchando a Wilco.


Podría hablar de ese tenebroso Stonehenge carabanchelero que es el Palacio de Vistalegre y la incomprensible decisión de hacer un concierto para 3.000 personas en un recinto para 10.000. Podría desenvainar la espada contra la promotora del concierto por permitir que algunas notas de la banda más detallista se perdieran, entre bruma y humo de canuto, en las oscuras bóvedas de la plaza de toros. Me niego, no quiero. Disfruté tanto del concierto que me engañaría a mí mismo fantaseando sobre cómo podría haber sido de haberse fraguado en mejores condiciones. 
No quiero prodigarme en los pormenores musicales del concierto, críticas las hay mejores y más precisas (no así las de El Mundo y ABC, mejor leer Esa Canción me Suena, o Calle 51), pero no puedo evitar mencionar los que yo viví como momentos cumbre de la velada. Impossible Germany, la mejor canción de rock para adultos, fue ese torrente incesante en el que los solos sobre la escala mayor que salían de la Fender Jaguar de Nels Cline se colaron hasta lo más profundo de los privilegiados asistentes. Born Alone, mi favorita del último disco, brillante melodía pop con final electrizante. Las dos referencias al A.M., el menos experimental de los discos de Wilco, fueron brutales: la cañera Box Full of Letters y la sentimental Passenger Side. Qué grande es Jeff Tweedy, joder. Es el Bob Dylan del siglo XXI, el Quique González americano, el rockero atormentado que todos hemos querido ser. El primer cuadro terminó con A Shot in the Arm (a propósito de esta canción recomiendo de nuevo leer la última entrada de Esa Canción me Suena), que sí que fue ciertamente sublime. Y los bises, ¡oh los bises!, cuando culmina todo lo que llevas meses escuchando, la suerte suprema que mantendrá el concierto vivo en la memoria. Via Chicago es, sencillamente, una jodida obra maestra; de Jesus, etc. todo lo que pueda decir es poco, ya que puede que sea la mejor canción de los últimos 40 años; Outtasite y Monday son un bombardeo de rock; y Hoodoo Voodoo un epígono funky para una noche redonda.


Llegados a este punto pido perdón por mi desaliñada prosa tan centrada en canciones, en detalles y en momentos que quizá carezcan para el lector de la relevancia que tienen para mí, sé que no soy nada parcial. Pero qué carajo, ¿alguien lo es? Estoy convencido de que durante algo más de horas, muchas personas vivieron en Vistalegre grandes momentos escuchando a una banda de rock. Ha sido la primera vez que he visto a Wilco sobre un escenario y sé que no será la última porque, después de haberles visto en Madrid esta semana, puedo decir que mi vida es un poco mejor.
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Jesus, don't cry,you can rely on me, honey
You can combine anything you want
I'll be around, you were right about the stars
Each one is a setting sun

Tall buildings shake
Voices escape singing sad sad songs
tuned to chords 
Strung down your cheeks
Bitter melodies turning your orbit around