domingo, 20 de enero de 2013

Para qué discutir si puedes pelear



Como cuando te bebes diez kilómetros de gin tonics de los buenos, sin florecillas y sin mierdas, y la resaca del día siguiente sabe mejor, así estoy yo después de ver anoche Django Unchained, con el estómago lleno de la ración de masacre, holocausto y rojo amanecer que me tendrá satisfecho hasta el próximo estreno de Tarantino. ¡Ha metido Ain't no grave de Johnny Cash en una película! ¡Y rap! ¡Rap de los guetos de Detroit en un western! En cualquier otro director (salvo los Coen) esto sería una pretenciosa maniobra de postureo execrable, pero a Tarantino se lo perdonamos porque, precisamente, para ver magníficos cuadros de violento postureo cinematográfico es para lo que hemos pagado ocho pavos. Este es el tío que nos enseñó a rociar a nuestros enemigos con gasolina después de cortarles la oreja, el que acabó Kill Bill con Malagueña salerosa, el que reinterpretó la historia moderna acribillando a Hitler en un cine en llamas, ¿cómo no le vamos a perdonar?


Django está a la altura. Sigue el estilo narrativo de Malditos Bastardos y, sin ser el primer western de Tarantino, es el primero ambientado en el Oeste. Música de Ennio Morricone, cuidadísima fotografía, grandes interpretaciones (sobre todo Cristoph Waltz), humor negro tan de la casa y violencia, mucha violencia. Siendo la destrucción masiva algo tan habitual en Tarantino, en Django las escenas de ajusticiamientos probablemente ocupan más tiempo que en sus películas anteriores, sobre todo en la segunda parte de la película. La primera parte, claramente diferenciada, es más amable (dentro de la tónica general de disparos a bocajarro y sangre manchando flores de algodón); la primera hora a mí me recordó mucho a O'Brother, dos forajidos que recorren los Estados Unidos en busca de la salvación, persecuciones de encapuchados, esclavos negros unidos por sus cadenas y mucha música country. Ahora, como con cualquier otra película de Tarantino, si no pueden soportar litros y litros de sangre, jaurías de perros descuartizadores ni metal candente sobre la piel desnuda, mejor esperen a que Disney saque la versión para niños.
Las películas de Tarantino son una forma de devolvernos a un estado primitivo y neandertal de la evolución, nos plantea la violencia como lo que es, una faceta natural del hombre, un botón que es necesario pulsar de vez en cuando para descargar la ira y seguir funcionando sin cortocircuitos. Él lo lleva al extremo, sus personajes luchan por un ideal remoto despojándose de toda moral por el camino, pero nos hace darnos cuenta de que la vida sin violencia no sería lo mismo, y que a veces es mejor pelear que discutir. Suele ser el camino más rápido.


"Yo secundo la moción, ¡pero con violencia!" (Homer Simpson)

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There ain't no grave
can hold my body down.
There ain't no grave
can hold my body down.

When I hear that trumpet sound
I'm gonna rise right out of the ground.
Ain't no grave
can hold my body down.

miércoles, 16 de enero de 2013

Ajuste de cuentas: 2012


Con el papel de envolver de este 2013 ya en la basura desde hace días, vuelvo a vosotros tras la tempestad de unas semanas en que las obligaciones han ocupado prácticamente todo mi tiempo. Y vuelvo para ajustar cuentas, ya que llevo desde la oleada de posts de diciembre con un tema en la cabeza, que es de todo menos original. Se trata de dejar por escrito, tras la deliberación y el concilio debido, los que para el que escribe estas líneas han sido los mejores discos del 2012. Si el año pasado me quejaba de falta de material y decía que nuestros ídolos estaban muertos, no puedo decir lo mismo en esta ocasión; ha sido un gran año en lo musical y, por suerte, hay mucho donde elegir, aunque por economía procesal voy a reducirlo todo a dos categorías supremas, mejor disco español y mejor disco internacional. En España hemos disfrutado (aparte del #1 de la lista, para el que mantengo una ficción de suspense) de La Nave de los Locos, el brutal último disco de Loquillo, Diciembre el brillante debut en solitario de Leiva, buenos trabajos de Rubén Pozo y M Clan y agradables descubrimientos como el de Jorge Marazu y su disco La Colección de Rejoles (descubrimiento que, como otros muchos, debo a Esa Canción me Suena). Más allá del Atlántico y del Cantábrico también se han puesto las pilas y han vuelto los de siempre, los que nunca (o casi nunca) fallan. Hemos tenido grandísimos nuevos discos de Springsteen, de Neil Young, de Van Morrison, de Leonard Cohen, y además los Stones han vuelto a tocar. También han publicado magníficos discos artistas de menos de 60 años como Mumford & Sons, Ryan Adams y John Mayer, pero como en este blog tenemos mucho respeto por nuestros mayores entramos directamente en materia con el que, para Billete de Vuelta, ha sido el mejor disco internacional:

Bob Dylan, Tempest.


En una canción no publicada llamada Groupies Eléctricas, Quique González decía "resucité de nuevo oyendo Modern Times, ¿cómo ha podido hacer algo tan bueno?". Parecía mentira que un señor de 65 años que había publicado 33 discos antes y compuesto muchas de las mejores canciones de siempre pudiera seguir haciendo cosas así. Pues bien, con 71 llega el señor Dylan y publica un disco todavía mejor: Tempest.  La vida de los grandes es una superación permanente de los límites marcados con anterioridad y una habilidad para reinventarse, volver mejor y ser más como siempre que nunca. El disco repasa muchos de los registros que Dylan ha cultivado a lo largo de su carrera, blues de estilo antiguo (Early roman kings), baladas lentas (Soon after midnight, Long and wasted years), rock n' roll de estilo Highway 61 (Narrow way) y composiciones casi bíblicas como Tempest y Roll on John. Mi favorita es Pay in Blood, un rock que me vuela la cabeza, sublime. No sé si a estas alturas se podrá permitir Bob Dylan ser pródigo en giras interminables por nuestro entorno, pero nos ha sorprendido ya tantas veces que no debería extrañarnos que presentara Tempest en directo en algún lugar cercano, ocasión que deberíamos aprovechar para acudir en peregrinación a rendirle pleitesía.

Y en cuanto al mejor disco publicado en España en 2012, the winners are:


Los Madison, Compás de Espera.



La verdad es que no tuve dudas en este campo, con sus tres discos Los Madison se han convertido para el abajo firmante en una de las referencias del rock español de los últimos años, y esperemos que también de los próximos lustros. El sonido de la banda es imbatible, y el talento de Txetxu Altube a la hora de componer y de interpretar está al alcance de pocos. Compás de Espera es un disco bestial, detallista pero directo a la vez, con canciones que mejoran a cada escucha mostrando nuevos matices de rock. Como en Tempest, la variedad es una cualidad, y lo mismo encontramos temas rápidos y guitarreros como Jamás, Dividido y Sígueme despacio, lugares intermedios como la sesentera Me estoy vendiendo mal y canciones más pausadas como Entre tú y yo y Casi siempre, además de una colaboración estelar como es la de Miguel Ríos en Juego Sucio. Para mí, las joyas son la propia Compás de Espera, llamada a ser icónica en el repertorio de Los Madison; Ropa Nueva, en la que colabora el quinto Madison, el maestro César Pop, compañero de mil batallas con Txetxu; Skyline, que tiene unas progresiones melódicas y unos silencios entre riffs que valen su peso en oro; y una versión que, por lo menos, iguala la versión original, Lo que Queda, escrita por César Pop (¿de las tres mejores canciones escritas en España en los últimos veinte años?), que en manos de Los Madison suena más rápida y guitarrera que en la versión del asturiano de la Alameda de Osuna. Lo ha dicho Txetxu varias veces a través de las redes, 2012 ha sido un año inolvidable para Los Madison, ya que además de lanzar un disco como este pudieron gozar de noches memorables como en la que llenaron los Teatros del Canal de Madrid. Por el bien de los que nos gusta esto de la música, que Los Madison sigan tan en forma como el año pasado.

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He tirado mi fondo de armario,
ya no voy buscando ropa nueva.
Ando recorriendo el vecindario
y no soy el único alma en pena,

Siempre he sido adicto a las canciones,
no voy a dejar de darles cera.
Ojalá lloviese para siempre
para almacenarme en la nevera.

Si no estás aquí me invento tu mirada
y me haré creer que tú me recordabas
desde siempre,
como siempre.