domingo, 3 de marzo de 2013

Los mitos

Los ídolos. Esos seres más imaginados que reales, en los que depositamos más de lo que, posiblemente, cualquier persona de carne y hueso puede cargar, en los que proyectamos, seguramente, todo lo que no alcanzamos a tocar con los dedos de las manos. 
Fernando Navarro, La Ruta Norteamericana.


Sucede hacia la mitad de la canción. Después de sonar el estribillo -he caído en todas tus trampas pero te llevo en el corazón-, y de esas inconfundibles seis notas de piano que recurrentemente van apareciendo en el tema, como para coger aire, brota un leve solo de guitarra, punteado sin estridencias, mientras los platillos que se suman al ritmo dan más vida a la canción. No es un solo complicado ni largo, las notas se van sucediendo con una armonía lógica, casi evidente, en cuya sencillez se encuentra su belleza. Entonces, mientras el último bending se apaga, aparece la voz de Quique González: Fuimos una delantera mítica, y lo entiendo pase lo que pase porque te llevo en el corazón.
A decir verdad, este momento condensa muchas de las emociones vertidas en un disco, Delantera Mítica, que amenaza convertirse en clásico instantáneo. No sé si será el mejor de la carrera de Quique González, puede ser, pero poco importa eso, ya que a niveles como en los que Quique se mueve es absurdo establecer jerarquías. El día que busques melodías de seda necesitarás Salitre48, cuando alguien te haya dejado algún vacío por dentro (o lo haya llenado) pincharás el Kamikazes y cuando, nostálgico, lo que quieras es recordar lo que fue, lo que ha cambiado, los amigos frecuentados, las chicas despedidas o, en fin, los mitos del pasado, será entonces cuando Delantera Mítica se convierta en el disco que necesitas, en la banda sonora de tu momento vital.



Intencionadamente me he tomado unos cuantos días para escribir sobre Delantera Mítica, los suficientes para memorizarlo, para buscar paralelismos en las letras, para juguetear con la guitarra por encima de las melodías, para oír otros discos con los que compararlo, asistir a conciertos para contrastarlo y pasear por la calle para dibujarlo. Me ha dado tiempo hasta de cansarme, airearme y después recuperarlo mejor, como si lo hubiera dejado cocinándose en el fuego. He acabado convencido de una verdad que en realidad ya sabía, pero que quería fingir desconocer para recibir lo nuevo de Quique González temblando como si fuera la primera vez, como si no fuera su noveno disco y no supiera con qué me iba a encontrar. Y esa verdad es que, en el oficio de los que hacen canciones, muy pocos tienen la habilidad de Quique González para emocionarnos una y otra vez con su música. El Quique de Delantera Mítica es más como siempre que nunca, un genio que nos demuestra de nuevo que su música tiene el techo fuera de este planeta. Grandes letras, como siempre, melodías memorables en las que César Pop y Leiva han tenido su parte de culpa, interpretaciones colosales de los subalternos, la voz de Quique en el punto álgido de su carrera y la inmejorable producción de Brad Jones, ese tipo que nos ha convencido de que si algún día queremos grabar un disco debemos hacerlo en Nashville. Junto a la pasión con la que Quique se entrega a sus canciones, estos son los factores que convierten Delantera Mítica en el disco mítico que ya es.


Pudiendo escucharlas, escribir de las canciones es casi una blasfemia, pero en este blog siempre hemos sido muy profanos. Tenía que decírtelo es un brutal comienzo rock para el disco, donde las imágenes cinematográficas se suceden entre los salvajes solos de guitarra y el no menos impresionante trabajo de Brad Jones al bajo. Esta canción es buen ejemplo del simbolismo que inspira todo el disco, con esas escenas de casinos, cines, vestidos de novia y striptease tan propias del imaginario de Quique. La fábrica es muy del estilo musical de Leiva y César Pop, una melodía directa y alegre con guitarrazos pop de altísima calidad, probablemente mi favorita del disco. Esa obra maestra llamada Dallas-Memphis es, hasta donde yo sé, la primera canción de Quique que incluye un guiño al baloncesto, deporte del que le sabemos muy aficionado ya que el disco está dedicado a un quinteto de lujo formado por los exmadridistas Raúl López, Axel Hervelle y Álex Mumbrú (ahora los tres en el Bilbao Basket), la también mítica Amaya Valdemoro y Asier García. Las tres de la mañana, Dallas-Memphis; esa frase me hizo quedarme el miércoles pasado despierto hasta las tantas para ver a los Mavericks contra los Grizzlies, Nowitzki contra Gasol, misión que no pude cumplir por culpa del sueño, lo siento Quique. En el disco también encontramos buenas píldoras de rock callejero como ¿Dónde está el dinero? y Viejos capos, una reflexión sobre la crisis eterna y otra, una vez más, sobre los ídolos y los mitos. Parece mentira es el Mary Jane's last dance de Quique, con una cadencia y un guitarreo muy a lo Heartbreakers. En Las chicas son magníficas Quique se marca la que para mi gusto es la mejor interpretación vocal de su carrera, aderezada con los coros de Zahara la de la voz dulce, que también acompaña en Me lo agradecerás -cuando te vuelva el corazón a su sitio-. La anteriormente conocida como Grupies eléctricas (de la que hablé aquí hace pocas semanas cuando, en mi ignorancia, desconocía que aparecería en Delantera) se llama aquí No encuentro a Samuel, que enlaza con esa historia de Quique con su perro Sam, Avería y Redención y las gafas de Mike. Bonita canción sobre la amistad con un perro que cuando su dueño le busca se larga de perras. No hagas planes emociona con su buena dosis de frases "lapidarias" -te roba un pensamiento y va atravesando el plano real- y unos arreglos ambientales místicos. En las postrimerías llega la ya referida Delantera Mítica, la canción para los amigos de Quique, honor del que todos los que seguimos su música nos sentimos aunque sea un poco partícipes, ya que él ha puesto la banda sonora de muchos momentos importantes de nuestras propias vidas. Cierra el disco la versión de uno de los ídolos de Quique, bendita costumbre que tras Diego Vasallo (La vida te lleva por caminos raros, en Avería y Redención) y Lapido (Algo me aleja de ti, en Daiquiri Blues) tiene por elegido al maestro, a lo que Quique habría sido de nacer en Minnesota, un tal Bob Dylan. Es difícil adaptar una canción del calibre de Is your love in vain?, pero Quique consigue hacerla suya y llevarla a su terreno con una instrumentación más sencilla y un sentimiento de trascendencia que pocos saben imprimirle a su música. El epílogo perfecto para un disco difícil de repetir.


Después de Delantera Mítica es difícil distinguir dónde estará el límite de Quique González, un ídolo para cada vez más gente, un mito que hace pocos años se lo jugaba todo en garitos pequeños y que hoy es número uno de las listas de ventas. Los que le seguimos la pista desde hace ya unos cuantos años sabíamos que llegaría un momento en que el mundo acabaría reconociendo el valor de este músico, aunque con ello perdiéramos ese ápice de exclusividad que nos hacía sentirnos tan privilegiados por disfrutar de sus canciones. Suum quique tribuere, Quique se ha ganado con el trabajo de más de una década el derecho a ser identificado como el músico más en forma de España no solo por unos pocos, sino también por el gran público. ¿Y a partir de ahora qué? La capacidad de Quique González para escribir canciones tan grandes parece no tener fin, y su inspiración parece manar de una fuente que no se agota nunca, así que disfrutémosle mientras podamos, que podemos estar seguros de que volverá. Mientras tanto, nos vemos en la carretera.


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Me creía toda la película,
he caído en todas tus trampas
pero te llevo en el corazón.

Fuimos una delantera mítica
y lo entiendo pase lo que pase, 
porque te llevo en el corazón.

A decir verdad había química
y te espero cuando todo estalle
porque te llevo en el corazón, 
porque te llevo en el corazón.